AITANA SáNCHEZ-GIJóN: "MIS HIJOS SE VAN DE CASA Y ESTOY PASANDO EL DUELO"

La actriz pone voz a dos obras de Mario Vargas Llosa en formato audiolibro para la plataforma Audible. También interpreta a 'La madre', que se representa en el madrileño Teatro Pavón hasta el 12 de mayo

PREGUNTA. ¿Cómo es la experiencia de trasladar estas dos obras, Odiseo y Penélope y Las mil noches y una noche, de Mario Vargas Llosa a audiolibros?

RESPUESTA. Ten en cuenta que yo estas piezas las representé encima de un escenario con Mario Vargas Llosa. De hecho, Mario escribió estas dos obras para que las interpretáramos los dos. Para mí es revisitar estos textos que fueron una experiencia teatral única. Ahora, Mario no lo podía hacer porque estaba en Lima y entonces les propuse que lo interpretara Pedro Casablanc, uno de los actores con los que hicimos Los cuentos de la peste, y que para mí es el alter ego perfecto de Mario.

P. ¿Hay diferencias o la actuación es la misma?

R. Estos espectáculos teatrales tienen mucho de narración. Era una especie de híbrido entre la narración leída y la interpretación. Pero el audiolibro tiene sus propias normas.

P. ¿Cómo cuáles?

R. Cuentas exclusivamente con la voz para seducir, embaucar y captar la atención del oyente. Tienes que hacer como si le estuvieras susurrando al oído porque es un formato muy íntimo.

P. ¿Hay gente que no lee que está llegando a las obras gracias los audiolibros?

R. Yo creo que sí, pero también hay gente que lee a la que también le gusta escuchar audiolibros en contextos en los que no puede leer, por ejemplo, en un viaje. También puede acercar al mundo de la literatura a las personas que no tienen el hábito de la lectura y que, de repente, pueden pegar el salto de escuchar los libros a leerlos.

P. Te encuentras también en el teatro interpretando la obra de La Madre. ¿Qué nos puedes decir del personaje?

R. Es una mujer que está en un momento vital en el que todos abandonan el barco y ella se va quedando cada vez más sola y más aterrada. Su vida ha estado centrada en el cuidado de los hijos, al servicio de un hogar y de un marido. Nunca se ha tenido a sí misma.

P. ¿Es una madre castradora que ahoga a sus hijos?

R. Es una madre absorbente, demasiado posesiva, demandante y chantajista emocional.

P. Vamos, que lo tiene todo.

R. Bueno, es también fruto del propio rol que se le ha asignado a la mujer históricamente desde la noche de los tiempos. El sistema nos ha colocado en el lugar de las mujeres cuidadoras. ¡Cuántas mujeres, por muy emancipadas que estén, renuncian al trabajo para cuidar a los hijos o para hacerse cargo de los padres! Los hombres se tienen ellos en el centro. Es algo que deberíamos aprender nosotras también: tenerte tú en el centro y, desde ahí, cuidar que te cuiden, amar o ser amada, pero teniéndote tú en el centro. Eso los hombres lo tienen por defecto y nosotras, al contrario.

P. Pasa muchas veces que las madres se vuelcan demasiado en los hijos y acaban dejando de lado a la pareja.

R. O viceversa también. La pareja te frustra, no te satisface, te decepciona y la sustituyes por los hijos para cubrir esa carencia.

P. Elsa Pataky confesó que había sacrificado su carrera por ser madre y que se sentía muy orgullosa.

R. Bueno, me parece bien siempre y cuando te sientas satisfecha y no sientas una frustración y una sensación de estafa. Nos han vendido la historia del amor romántico y eso de que fueron felices y comieron perdices. Me parece fantástico que las mujeres se sientan realizadas de esta manera y que sean consecuentes con las decisiones que toman y que no se arrepientan de ello. Pero yo creo que sería importante llegar a un co-cuidado de los hijos. El nivel de renuncia o de entrega debería estar más equilibrado. Deberíamos hablar de co-cuidado y no solamente que nos traigan flores el día de la madre.

P. ¿Tuviste que retroceder en algún momento en tu carrera?

R. No, pero también puse mis condiciones. Cuando tuve a mi segunda hija y, a los tres meses estaba rodando, pedí que hubiese un camerino para ella y otro para mí y que me respetasen mis momentos de lactancia.

P. Buscaste la manera de conciliar.

R. Claro. Con mucho desgaste personal y el doble de entrega de lo que quizás podría haber sido. Pero yo también me siento muy orgullosa de haber criado a mis hijos y de haber seguido con mi trabajo, de no haber dejado mi trabajo de lado en ningún momento. Me he tomado algunos momentos ya que no trabajé durante nueve meses cuando di a luz, pero porque me lo podía permitir.

P. Sí que es verdad que cuando llegan los hijos se produce un gran desequilibrio, aunque los roles están cambiando mucho y ahora los padres jóvenes se implican mucho más.

R. Mi cabeza ha estado echando humo durante 20 años. Es como si fueras el ordenador que organiza y, aunque estuviera fuera rodando, tenía que pensar que estuviera la compra hecha. Nunca desconecté de mi rol maternal para bien o para mal.

P. Y, cuando se vayan de casa, ¿tendrás el síndrome del nido vacío?

R. Bueno, ya se me ha ido uno. El de 23 se me fue con 20. Y la de 20 tiene una patita dentro y otra fuera. Estoy en pleno proceso y, evidentemente, hay que pasar el duelo porque es un cambio de fase que hay que transitar. Y duele en un punto, pero yo siempre he educado a mis hijos para que sean libres, para que vuelen y desarrollen sus propios recursos. Y luego pienso que es un momento de liberación para mí. La crianza es muy esclava y muy tremenda. Se independizan ellos, pero también me independizo yo de ellos.

P. ¿Qué es lo que juraste no hacer nunca y acabaste haciendo por los hijos?

R. Me espantan las películas de terror y el otro día vi una con mi hija. Tuve pesadillas.

P. ¿La familia es una condena o una liberación?

R. La familia lo es todo. Es ese lugar en el que te puedes sentir seguro o el cuarto de Barba Azul. Debería ser un espacio en el que sentirse a salvo, pero muchas veces es un espacio peligrosísimo.

P. Un actor tiene que mostrar las vísceras, ¿cómo lo haces tú?

R. Intentando ser honesta y entendiendo sin juzgar al personaje que me toca interpretar, entrando en sus luces y en sus sombras y en las mías propias.

P. ¿Hacer teatro es hacer ajustes con la vida?

R. Constantemente. Es una suerte tener el escenario porque es un lugar en el que cada día hay una catarsis, o sea, te liberas y chequeas cómo te encuentras. Todas tus vulnerabilidades y todos tus anhelos están ahí a flor de piel y es muy hermoso compartirlo además con ese espectador que tiene ese pacto contigo de hacer el viaje a la vez. Es como un acto comunitario que te hace sentirte menos sola.

P. ¿Alguna vez te has quedado en blanco en el escenario?

R. Sí, hace cuatro o cinco días, sin ir más lejos, hubo un momento en que no sabía lo que venía a continuación. Me quedé mirando a mi compañero con ojos desorbitados. A mí me pareció que había pasado media vida. Luego, retomé el hilo y, cuando se lo dije, me contestó: "No me he dado la cuenta". Son esos momentos en los que te crees que se para el mundo y luego no es para tanto.

P. ¿Te ha tocado sufrir a directores tiranos?

R. Me ha tocado sufrir a algún director que conmigo no se ha atrevido a ser tirano, pero lo ha sido con los más débiles de la compañía. Me ha producido muchísima indignación. Y me he enfrentado a estas personas.

P. El otro día en la gala de los premios Talía se lanzó un mensaje contra los presuntos casos de agresión sexual: los últimos conocidos han sido los de Ramón Paso.

R. Es totalmente necesario que empiecen a salir a la luz. En nuestro medio todo cobra una dimensión mediática que no ocurre en otros oficios. A mí me gustaría que nuestro oficio sirva además de espejo para que mujeres de cualquier otra profesión se sientan con fuerza y apoyo para levantar la voz. Son casos muy delicados en los que a veces no hay pruebas. Piensa lo difícil que es que se produzca un hecho de este tipo en una empresa de telecomunicaciones o en un bufete de abogados o en una notaría, que son empresas con un sistema jerárquico muy pronunciado. Ojalá todo lo que está empezando a suceder en el mundo artístico contagie al resto de la sociedad y a las mujeres que callan por vergüenza, por miedo o por temor a las represalias.

P. ¿Has vivido alguna situación de acoso?

R. No, pero sí cientos de situaciones de incomodidad. No sólo en mi profesión, en la vida normal, también. No creo que haya una sola mujer en el mundo que no se haya sentido molestada en un grado mayor o menor en su vida.

P. ¿Y cómo le pusiste freno?

R. Tienes que poner freno o, a veces, no lo pones en momento. Ya te digo que no han sido situaciones graves pero a veces te quedas como paralizada o no le pegas un bofetón a alguien que te dio un beso en público como para demostrar que se había acostado contigo la noche anterior, cosa que no había sucedido, y para no quedar como un machito fracasado delante de los demás. Entonces te besa al día siguiente en el aeropuerto delante de todo el mundo, y yo, en lugar de darle una bofetada, me quedé como paralizada. Ese tipo de cosas si me sucedieran ahora, actuaría de otra manera.

P. El feminismo ha avanzado mucho en estos últimos años. ¿En qué lo notas en el día a día?

R. Lo noto mucho en las generaciones más jóvenes, que tienen los límites más claros que nosotras. Ahora también existen unos protocolos y la figura del coordinador de intimidad que antes no existía para las escenas de sexo.

P. ¿Te ha ayudado esa figura?

R. Bueno, yo no he tenido que usarla porque no me han tocado escenas de sexo. Cuanto más mayor te haces, menos escenas de ese tipo tienes que rodar. Pero, en mi rodaje de Respira, los jóvenes están con esta coordinadora todo el tiempo.

P. La leyenda dice que a partir de los 40 las actrices se vuelven invisibles, pero cada vez vemos más papeles para mujeres de esa edad.

R. Sí, también influye el hecho de que haya tanta producción y tantas series. Con las plataformas se han multiplicado las historias. En Estados Unidos, yo ya llevo viendo personajes complejos de todas las edades desde hace muchísimo tiempo. Y sí hay personajes más interesantes para mujeres de cualquier edad. Y no sólo eso, sino que también se han incorporado muchas mujeres directoras, productoras, guionistas e incluso en los equipos técnicos. Eso es una maravilla porque son oficios que han sido históricamente masculinos y ahora ves a mujeres en cámara y sonido.

P. Muchas actrices poderosas producen sus propias historias para poder interpretar papeles interesantes.

R. Las mujeres somos las mayores consumidoras de cultura. Nosotras no nos cuestionamos el género cuando vemos o leemos una ficción de un director fantástico. Sin embargo, cuando es al contrario, se le pone la etiqueta de que es para mujeres. Sigue habiendo una condescendencia muy lamentable.

P. ¿Eres libre de hacer lo que quieres o tienes que estar perfecta las 24 horas del día?

R. Yo no tengo conciencia las 24 horas del día de que soy un personaje conocido. Cojo el metro todas las semanas y camino tranquila por la calle. La gente a veces me dice cosas, una veces es amable y otras, se desubica.

P. ¿Has sacrificado mucho para llegar arriba?

R. Bueno, yo diría que para seguir, estar en el camino y poder vivir de lo que trabajo. Siento que, después de tantos años en esta profesión, me ha tocado ser consecuente con mi pasión y con el rigor que requiere este oficio. Eso son horas de trabajo, de estudio, de dedicación y de disciplina. Pero lo que te devuelve es tanto que merece la pena.

P. ¿Has tenido que decir no muchas veces a papeles a lo largo de la carrera?

R. He dicho que no muchas veces, pero también he dicho que sí otras muchas veces, cuando me hubiera gustado decir que no, porque éste es un oficio de largo recorrido y ni mucho menos te toca siempre el proyecto soñado. Hay que vivir de esto y dignificar lo que haces.

P. ¿Te arrepientes de algún proyecto que has hecho?

R. Hombre, sí. Si pudiera borrar de mi currículum alguna de las cosas que he hecho, lo haría. No te voy a decir cuáles, pero no tendría ningún problema. Pero también de eso he aprendido y me ha dado de comer.

P. ¿Cuál es el palo más grande que te has llevado en tu carrera?

R. Algunas decepciones personales. Ten en cuenta que pasamos mucho tiempo conviviendo. Son periodos de mucha intensidad y, a veces, vives más con los compañeros que con tu propia familia.

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