SE ESTRENA "LA MESíAS", UNA POLéMICA SERIE ESPAñOLA SOBRE LAS CREENCIAS DESBORDADAS

En el inicio de La Mesías hay una magdalena proustiana: basta que Enric observe en el televisor del bar del hotel las imágenes de un grupo de chicas bailando y cantando loas celestiales para que los recuerdos se le disparen a una velocidad endemoniada. El hombre, de unos cuarenta años, forma parte de un equipo de filmación instalado en la zona montañosa de Montserrat, a unos 30 kilómetros de Barcelona, sitio de peregrinaje religioso por partida doble: allí, a los pies del monasterio de Santa María de Montserrat, donde dicen que la Virgen se aparece de tanto en tanto, se concentran los fieles católicos y, más arriba, en una explanada camino al pico de la montaña, se reúnen los aficionados a la ufología, en particular aquellos que se consideran abducidos por extraterrestres. Eso mismo le pregunta a Enric una mujer, interpretada por Cecilia Roth: “¿Has sido abducido?” Y Enric, que durante mucho tiempo no fue Enric sino Isaías, luego de dudar unos instantes le responde que sí. Pero la abducción de Enric (Roger Casamajor), uno de los personajes principales de la serie dirigida por Los Javis -el nombre artístico de la pareja integrada por Javier Ambrossi y Javier Calvo- no es exactamente la que tiene en mente la mujer. A pesar de los sueños en plena vigilia que lo atormentan: los dedos largos y enormes ojos negros de un alienígena creado a imagen y semejanza de los estereotipos más instalados en la cultura popular.

Estrenada online en España hacia finales del año pasado, y disponible desde hace unos días en la plataforma Max (se estrena un capítulo por semana, los días lunes), la saga de Ambrossi y Calvo generó no pocas alabanzas y también polémicas en su país de origen. Es que entre los pliegues ásperos del relato se produce una constante combustión de violencias y adoctrinamientos infantiles, obsesiones religiosas, traumas de difícil superación y un aire de locura que va envolviendo a los personajes (y a los espectadores). Narrada en tres tiempos -el presente, el pasado remoto y otro más cercano-, La Mesías va desenrollando el ovillo de su alambicada historia hasta llegar al núcleo del drama. Una madre que habla con Dios y que cree que sus hijos están destinados a salvar el mundo, un quinteto de niñas que nunca han salido de su casa y cuyo único contacto con el mundo exterior son unos VHS de viejos musicales de Hollywood, dos adultos cuyas cicatrices reales y metafóricas están bien a la vista, un grupo de música cristiana que se vuelve viral, la búsqueda de una salvación que poco y nada tiene que ver con el catolicismo y sus dogmas. ¿O acaso sí?

EN EL NOMBRE DE LA MADRE

En La Mesías, que marca un cambio de registro y, sobre todo, de tono respecto de los trabajos previos de Los Javis (Paquita Salas, Cardo), el monstruo tiene forma de madre. El monstruo es Mamá. Cuando el presente digital le cede el estilo por primera vez al 16mm, Montserrat, cuyo nombre es homónimo del de la zona donde comienza la historia, deja a su marido y escapa junto a sus dos hijos para ya nunca más volver. En la piel de esa mujer bella e intensa, la actriz Ana Rujas construye un personaje complejo y destructivo, heredera de otras madres del cine cuyo comportamiento es tan tóxico como influyente (más tarde la reemplazarán Lola Dueñas y Carmen Machi en versiones maduras del personaje, completando así una particular trinidad). En la ciudad, Montse deja a los chicos solos porque tiene que ir a trabajar. Por momentos es amorosa y en otros su furia tiene como destinatarios a aquellos que debería consolar. Las fiestas hasta altas horas de la noche en el pequeño departamento se alternan con salidas nocturnas que continúan hasta bien entrado el día siguiente. Enric e Irene deben aprender a moverse por su cuenta, a cocinarse y asearse, sin escuela que los contenga, ayudados por una vecina que no siempre está disponible. En el presente, Enric camina con el temple adusto, bebe de más y se pelea en un bar con un grupo de jóvenes, mientras su hermana Irene (Macarena García), una modista de cierta relevancia en el mercado, oculta la cicatriz de una quemadura en su rostro y se clava un alfiler en el dedo, quizás como una extraña manera de hacer físico el dolor indescriptible que lleva dentro.

Hace años que Irene y Enric no se ven, pero la viralización de los videos de la banda cristiana –esa magdalena con sabor a hostia y colores insoportablemente kitsch– remueve recuerdos y rompe el muro que ambos habían construido por su propio bien. Es que hay otras hermanas, cinco en total, de otro padre pero nacidas del mismo útero, que siguen ahí, encerradas en el universo creado por la Santa Madre, la que habla con Dios y registra esas conversaciones como si se tratara de una médium. Y es que Montserrat, muchos años atrás, dejó la vida licenciosa, los pecados de la carne, la bebida y las drogas cuando conoció a Pep (el cantautor y actor catalán Albert Pla), un hombre de fe convencido de que su misión en la vida era transformar a esa mujer en un instrumento divino. Y a Enric e Irene en Isaías y Resurrección, nuevos nombres para una vida renacida, iluminada por los rayos de la divinidad. Con todos esos elementos, La Mesías avanza a los largo de siete episodios que funcionan como una suerte de cajas chinas, revelando capas del pasado hasta terminar de reconstruir un rompecabezas de encierro, dolor, asfixia y miseria espiritual.

“Más que de la fe en Dios, La Mesías trata de lo que se genera alrededor de una creencia. No habla de religión ni de cristianismo, sino de una mujer que se cree que conecta con Dios porque es el único capaz de verla como es; de unos niños que tienen una película que convierten en su biblia, y de unas personas que creen ciegamente en los extraterrestres. Habla de cómo la creencia, en general, llena el vacío”. Las palabras de Javier Calvo, entrevistado por la revista española Fotogramas, resume en gran medida uno de los ejes centrales del guion coescrito junto a Ambrossi, el otro Javier, con quien viene desarrollando una carrera en conjunto que es paralela a su vínculo como pareja en la vida real. En esa misma conversación, publicada en ocasión del estreno español de la serie en octubre del año pasado, Ambrossi recuerda que ambos se mudaron “al Hotel Bruc, situado frente al macizo de Montserrat y que se retrata en la historia, para conocer a la gente que va allí. Trabajamos con una investigadora que nos trajo documentación sobre familias que habían crecido encerradas y sobre cómo el arte o la religión eran dos puntos comunes a todas. Como por ejemplo The Wolfpack, los hermanos que actuaban las películas de Quentin Tarantino, los hermanos Turpin, o las integrantes de The Shaggs, cuyo padre las encerró en un sótano lleno de instrumentos porque, según él, Dios le había dicho que tenían que hacer una banda de rock”. Hay en La Mesías algunos elementos semi autobiográficos: Ambrossi nació cuando su madre tenía apenas diecisiete años y eso “de levantarte por la noche y que haya una fiesta en el salón era moneda corriente”. Paradójicamente, el futuro actor y realizador fue educado en un colegio del Opus Dei, “lo cual te deja un sentimiento de vergüenza de ti mismo. Aún hoy conservo unos pensamientos tóxicos hacia mí alucinantes”. Luego del lanzamiento del primer episodio, la aparición de la banda ficcional Stella Maris generó la reacción de las siete exintegrantes de Flos Mariae, un conjunto de rock cristiano español activo desde 2013 hasta 2021 y nacido a partir de una promesa a la Virgen María. Pero más allá de la estética similar de unas y otras en la ficción y en la realidad, lo cierto es que allí se acaban los puntos de contacto.

EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

Enric/Isaías sale por primera vez de la casa-prisión luego de muchos años de encierro, transformado ya en adolescente, para ayudar a su padrastro en una changa temporal. Allí, en ese hogar cuyas costumbres son tan distintas a las conocidas, alguien disfruta de las bondades inoxidables de Cantando en la lluvia. El hurto del cassette y posterior descubrimiento de la pandilla del mega clásico de Gene Kelly y Stanley Donen se convierte de a poco en el nacimiento de una nueva religión pagana, lejos de los ojos de la Santa Inquisición maternal. La aparición de una cámara de video es la génesis de nuevos rituales, sembrando al mismo tiempo las semillas de un fallido dúo musical, Ramas de olivo, y de su exitosa descendencia, Stella Maris, cuyas canciones fueron compuestas especialmente por el dúo Hidrogenesse. (“Si surgen los vientos de la tentación / Y te arrojan a las rocas de la tribulación / Mira a la estrella, llama a María, Stella Maris / Nunca te perderás siguiendo a esta estrella, es un GPS gratis / Stella Maris, GPS gratis). De regreso en el presente, los hermanos mayores salen en busca de la locación de las menores, y la visita a una fiesta electrónica deviene en un viaje lisérgico, que transforma a la masa de bailarines en un festín de iconografía religiosa en movimiento, escena climática que sacude definitivamente los cimientos de Irene, impulsándola finalmente a actuar. A esa altura del viaje, resulta claro que ninguno de los dos puede realmente apostatar: en su interior, las huellas de todos esos años de entrega y sacrificio nunca podrán ser borradas, apenas ocultadas bajo una fina capa de falso temple.

“En el fondo, Montserrat no puede aceptar que ella, que era tan guapa, tan enérgica y libre, haya tenido una vida de encierro y postración, con un hombre al que no sabe si quiere”. Javier Calvo razonó de esa manera ante la prensa durante la presentación formal de la serie en el Festival de San Sebastián, que le prodigó un buen espacio en la programación de su última edición, antes del lanzamiento online. “Por eso se inventa que es ‘La Mesías’, para ser, al menos, la protagonista de algo. Nuestra mente, para no aceptar la cosa más dolorosa, que tus padres, los encargados de quererte y cuidarte, te están haciendo daño, acepta cualquier otra cosa. Así se construye una fantasía, un cuento de hadas, gracias a la religión, que la protege de esta lacerante certeza. Por eso mismo, el último capítulo de La Mesías se titula ‘Wonderland’”. Es decir, El país de las maravillas. Las cosas que ocurren durante ese séptimo episodio, que son muchas e imprevistas, generaron discusiones, signos de interrogación y enfados, al menos en aquellos espectadores que imaginaban un cierre armónico, un final que equilibrara dolores y traumas, una posible sanación realista. Nada más alejado de lo que ofrece el cierre de la historia, extremo, enigmático y excesivo, con extraterrestres que regresan de la mano de la ayahuasca, una parada en la India y otras yerbas. La Mesías es una serie con un Dios aparte.

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