APRENDER LAS ARTES ‘JEDI’ O POSEER UN SABLE DE LUZ EN MéXICO: EL SUEñO CUMPLIDO DE TODO ‘FAN’ DE ‘STAR WARS’

En 1977, George Lucas creó un universo donde cohabitaban alienígenas, un granjero con el sueño de ser piloto, naves espaciales, androides ocurrentes, una princesa con agallas, un contrabandista bribón con el corazón de oro, antiguos guerreros guardianes de la paz, un imperio galáctico con un villano atemorizante, así como un poder metafísico y omnipresente llamado La Fuerza, con su lado luminoso y oscuro. Poco imaginó su autor, que esta ópera espacial, conocida como Star Wars, se iba a convertir en un fenómeno cultural y una saga capaz de trascender y repercutir en el tiempo y en distintas generaciones de todo el mundo. Desde el 2011, el 4 de mayo ha quedado marcado como el día internacional para conmemorar a la popular saga, esto por la similitud fonética en inglés que la frase emblemática de este universo, “Que la Fuerza te acompañe” (May the Force be with you, en inglés), tiene con “Que el 4 de mayo te acompañe” (May the Fourth be with you).

Entre los edificios del conjunto urbano Nonoalco Tlatelolco, en la delegación Cuauhtémoc —en Ciudad de México—, “en una galaxia muy, muy lejana” de donde suceden los hechos ficticios de la saga, Ricardo Jocksan Mejía Malvárez ha creado la Quetzal Combat Academy, una escuela multidisciplinaria de combate deportivo y escénico de sables de luz, donde se puede aprender las artes de los guerreros Jedi o Sith que se dejan ver en las distintas trilogías. El sueño del maestro Jocksan, como se refieren a él sus aprendices, nació hace ocho años, según cuenta, como la idea de “una bolita de ñoños” en una convención de Star Wars.

Jocksan, de 33 años, lleva puesto una vestimenta característica del lado oscuro, inspirada en el personaje de Kylo Ren. No es con lo que suele entrenar habitualmente, pero se cencuentra practicando coreografías para escenificar durante un concierto sinfónico a realizarse en la capital por el día de Star Wars. Contagiado por la afición de su padre hacia la obra de George Lucas y su pasión por las artes marciales desde los ocho años, le dio forma a la enseñanza deportiva y recreativa del sable de luz.

“Empecé con tae kwon do, después kárate, ninjutsu, kenjutsu, hema y esgrima olímpica. Esas son las bases de todo lo que vemos en Star Wars. Ponemos un ejemplo. La primera forma conocida como Shii-Cho [del combate jedi], está basado en una espada a dos manos, ya sea una katana, un sable coreano, un ninjatō, y una espada a dos manos de hema. Entonces, ahí tenemos las bases marciales para aplicarlas a lo que es la forma del uso de la espada en las películas”, afirma Mejía.

Así como en las artes marciales, en Quetzal los alumnos van obteniendo grados a medida que van dominando las formas de combate con la espada, así como técnicas complementarias de tai chi, kung fu, acrobacia, un poco de gimnasia y teatro, para pasar de aprendiz a gran maestro jedi, un proceso que puede tomar de cuatro a cinco años aproximadamente. Dentro de sus cuatro sedes en la capital chilanga, la academia de Mejía cuenta con aproximadamente 37 estudiantes en total, de los cuales dos ya cuentan con grado de maestro y cooperan con la enseñanza de los nuevos padawan, como se conoce a los aprendices de estos guerreros.

El maestro Jocksan considera que Star Wars y las enseñanzas alrededor de la cultura jedi, retratados como guardianes del orden y la paz en la galaxia en las películas, sí pueden ser consideradas como una filosofía de vida. “El balance, entre tu mente y cuerpo, está dentro de nuestros preceptos en la academia. Hacemos hincapié en el balance emocional. Muchas veces puedes llegar estresado, cansado y esta es una forma de liberarse, venír a jugar con espadas, pero con técnicas y además en una hermandad que te abraza”, precisa Mejía.

Unos metros alejada de Jocksan, está Isadora Molina, de 33 años, enseñando los cortes básicos a una compañera que comienza a dar sus primeros pasos en esta disciplina. Es diseñadora gráfica de profesión y ostenta el grado de caballero jedi en Quetzal. Ella, junto a su hija de ocho años, conforman a las 10 mujeres que forman parte de la academia. Aspira en unos dos años, aproximadamente, a alcanzar el grado de gran maestra.

Valora que es un deporte que no distingue entre sexos y es inclusivo, caraterísticas que considera han estado presentes en la franquicia de Star Wars desde sus inicios, aunque todavía, admite, no es muy común ver a un público femenino involucrado al 100%. Molina, que lleva una vestimenta brillante que emula al beskar —metal característico que distingue al personaje de la serie The Mandalorian—, cuenta que fue superviviente de maltrato psicológico. Como parte de la terapia que realizó, le recomendaron que realice algún tipo de actividad que pueda ayudarle complementariamente. Fue así que llegó a Quetzal. “Aquí no se permite la violencia de ningún tipo. Tuve la ventaja de que Jocksan fue siempre muy amable y se mostró cooperativo. Incluso cuando me dieron el alta de mi proceso psicológico, siempre estuvieron [sus compañeros] animándome, pendientes. Sin importar si eres hombre o mujer, lo importante es que te animes a participar, a que crezcas y llegues a un nivel superior”, dice Molina.

Un sable de luz con la dureza del escudo de un granadero

Mejía especifica que las hojas que se utilizan para los sables de luz son de policarbonato de grado balístico. Están diseñadas para “uso rudo”. “Los escudos de los granaderos están hechos de ese material. Has visto que les avientan piedras, los patean, les pegan. Y eso que el de los policías es un poquito más delgado. Son como de 2.5 milímetros. Los tubos de los sables son de 3 milímetros. Están diseñadas para duelo pesado, flecan lo suficiente para que tengan esa flexibilidad”, aclara el maestro de Quetzal.

Quien les provee su herramienta de entrenamiento es también miembro de la academia. Tanit Sáenz, de 47 años, comenzó hace cuatro años a convertirse en uno de los principales proveedores de sables de luz en México. Cuando comenzó a practicar le prestaban el sable, pero cuando buscó adquirir uno propio, se encontró ante un precio “bastante alto”, un tiempo de entrega irrazonable y una calidad de los materiales que le dejó con “súper mal sabor de boca”. “Llegó a un punto que dije, si practico esto y me gusta. Soy fan de la saga desde que tengo memoria, porque no pongo una tienda, porque no los vendo yo”, recuerda.

Así nació KTSR Sabers, abreviatura del nombre de su hijo (Keelan Tariq Sáenz Ríos), una empresa de diseño y comercialización de sables de luz. Su taller y showroom —en el que se puede llevar a reparar un sable o escoger distintos modelos al momento—, ubicado en el Estado de México, es donde Tanit Sáenz y Fernanda Ríos, su esposa y quien se hace cargo de toda el área de relaciones públicas de la empresa, llevan la magia de la ciencia ficción a la realidad. “Empezamos con pocos sables, entre 6 y 12. Ahorita ya estamos hablando de que tenemos un stock de más de 150 para entrega inmediata. No jugamos con tu dinero. No quiero retransmitir esa mala experiencia que a mí me tocó”, cuenta Sáenz.

Los sables que comercializan en KTSR oscilan, desde el más básico, entre 1.700 pesos hasta llegar a la línea Elite, que son réplicas cinematográficas que soportan combate intenso y que dependiendo la configuración y detalles que lleven, pueden ascender hasta los 15.000 y 20.000 pesos. Sáenz, que cuenta con casi 60 sables de luz decorando su pared —entre diseños propios y réplicas—, como un herrero de katanas del Japón antiguo, dice que siente satisfacción por lo que ha logrado hasta la fecha: más de 3.000 sables vendidos.

Sáenz, que es diseñador gráfico de profesión, prefiere ser honesto y admite que los sables no son manufacturados en México y es por una simple razón: calidad y costo. “Los he diseñado y tengo los blueprint [planos] de todos los modelos, pero están manufacturados en Asia porque no encontré en México quién me los fabricara a un precio razonable con una calidad alta, que es algo a lo que nosotros estamos acostumbrados”, aclara.

Sin embargo, con el diseño de los distintos modelos que tienen disponibles están comprometidos a cuidar cada detalle en la producción. Incluso, han sido parte del equipo de desarrolladores de una tarjeta que controla todas las funciones electrónicas de las espadas.

Dice que su satisfacción con su trabajo de diseñador de sables de luz es similar a cuando veía un espectacular que creó plasmado en alguna avenida. Su taller, lleno de espadas listas para su comercialización, otras en reparación, circuitos, tarjetas y botones, demuestran su compromiso con la causa de Star Wars y el sueño de muchos que crecieron admirando la franquicia. “Cuando veo que la gente empieza a reconocer la marca, que la empieza a recomendar, es algo que me gusta mucho, porque sé que estamos haciendo las cosas bien”, concluye.

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